No paramos de escuchar que la riqueza de una organización e su diversidad. Hablamos mucho de integración e igualdad, pero lo mantenemos en un plano muy superficial: valoramos la diversidad de razas, de género, de inclinaciones… pero, ¿qué pasa con las diferencias de personalidad? ¿Me entiendo igual de bien con una persona a la que considero afín a mí en forma de ver las cosas o en criterios? Me apuesto algo a que no. Pues esa es la auténtica diversidad, la de personas que piensan diferente, tienen diferentes valores, sienten de distinta forma y se comportan de manera diversa a la tuya. Esas visiones son las que hay que integrar. Para ello hay que saber relacionarse con personas muy diferentes a nosotros y tenemos que ser capaces de que esta relación pueda ser igual de productiva.
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Busca relacionarte con personas de diferentes personalidades, costumbres, culturas o ámbitos.
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Interésate por lo que hacen, cómo lo hacen y, sobre todo, por qué lo hacen.
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Esfuérzate por comprender sus motivaciones.
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No prejuzgues los comportamientos o valores diferentes a los tuyos.