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¿Cómo se ejerce el liderazgo?

Las personas que lideran saben articular una visión clara y atractiva del objetivo que quieren alcanzar. Cuando trabajamos para alcanzar una meta buscamos un estado de realidad diferente al actual. Por eso el liderazgo está ligado a la transformación. Quien lidera influye para que las cosas cambien. No importa si se trata de una visión ambiciosa o un objetivo sencillo a corto plazo.

Algunas personas son visionarias y llevan a sus equipos a metas que parecían inalcanzables, mientras otras ejercen su influencia articulando la visión aportada por terceros. Voy a ser más preciso: articular significa dibujar la visión de manera que arrastre a los seguidores hacia ella. Se trata de convertir un objetivo frío en algo que los miembros del equipo quieren abrazar y que, para hacerlo, están dispuestos a llevar a cabo grandes cosas. No es lo mismo decir al equipo que el año que viene vamos a crecer un 15% sobre el resultado de este año que transmitirle que nuestra meta para el año próximo es convertirnos de nuevo en el equipo de mayor éxito del mercado consiguiendo crecer un 15% para volver a demostrar que somos capaces de superar cualquier desafío que se nos presente.

La vía para transmitir la visión y conseguir el compromiso de los seguidores es el contacto personal. Si el equipo es pequeño, las conversaciones serán directas entre el líder y el equipo. Por eso Jeff Bezos decía que se puede ejercer un liderazgo eficaz siempre que todo el equipo se pueda alimentar un día con una sola pizza (En USA las pizzas pueden llegar a ser enormes en algunos restaurantes). Las conversaciones deben ser individuales y grupales. Así, los seguidores tendrán la oportunidad de conocer de primera mano el alcance de la visión y el líder de comprobar el grado de compromiso de cada uno y comprender cuáles son las necesidades para alcanzar el objetivo.

Cuando se trata de un colectivo muy numeroso, las conversaciones se producen a diferentes niveles: un primer nivel de contacto directo entre la persona que lidera y las que componen su círculo más próximo, un segundo y sucesivos niveles de contacto personal entre los seguidores más próximos y los siguientes círculos y un tercer nivel de comunicación pública en el que se refuerzan los contenidos de las conversaciones de los niveles anteriores.

Una vez compartida la visión, es imprescindible proyectarla sobre objetivos concretos y determinar las acciones necesarias para alcanzarlos. Es esencial que el líder reconozca las capacidades de su equipo y determine planes para desarrollarlas al nivel necesario para alcanzar la meta.

¿Supone esto que sin visión no hay liderazgo? Así es: el líder sólo existe porque hay personas que le siguen hacia una meta determinada. La visión, meta, objetivo o propósito, da igual cómo lo llamemos, es la que determina la dirección del movimiento que induce el líder. Cuando el grupo se queda sin visión, el seguimiento al líder se convierte en un vínculo personal improductivo. Los buenos líderes saben apreciar cuando es necesario articular una visión nueva, una meta renovadora. El líder, entonces, recurre a su capacidad para gestionar las conversaciones y captar de nuevo la energía de sus seguidores, pues es plenamente consciente de que sólo la suma de la energías de todos los miembros del equipo les acercará a la visión que todos quieren abrazar.